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Sin rumbo en Arequipa

  • Foto del escritor: mariadelacruzg
    mariadelacruzg
  • 20 nov 2014
  • 5 Min. de lectura

Tengo una especie de resorte interno que hace que, cada cierto tiempo, tenga que viajar a un lugar en el que nunca antes haya estado. Sea este el pueblo de al lado u otro continente, lo necesito como el respirar. Hace tres semanas, me vi una vez más envuelta en esa espiral del “wanderlust”, así que agarré mi mochila y decidí irme a Perú.

Plaza de Armas Arequipa

Disponía de 15 días, y un presupuesto muy limitado, así que, al ir desde Chile, decidí hacer parte del recorrido en autobús (mucho más barato), y volar solo hasta Arica, la ciudad chilena más norteña. El vuelo lo compré con una semana de anticipación en Sky Airlines (lo más parecido al “lowcost” que hay en Sudamérica), y me salió ida y vuelta por unos 100 USD.

Nada más llegar a Arica, no quise detenerme más tiempo del estrictamente necesario, ya que eran ya las cinco de la tarde y quería llegar a Arequipa, mi primer destino, ese mismo día. Así que tomé un taxi al terminal internacional de autobuses y, allí, me decanté por un colectivo en lugar de un autobús, más que nada por el engorro y la pérdida de tiempo que supone pasar la aduana con otras 40 personas.

Sin mucha complicación y por el módico precio de 5 USD, logré cruzar la frontera con cinco peruanos, y en una hora el colectivo me dejó en la ciudad de Tacna. En el auto, una señora peruana prácticamente me aterró con sus relatos pormenorizados de desgracias sucedidas a mujeres extranjeras que se aventuraron a viajar solas. Así que me bajé un tanto preocupada, y empezando a pensar “dónde me había ido a meter”.

Frontera Tacna

Ya entre Arica y Tacna, ciudades vecinas, se nota la diferencia abismal. Caos vs. orden (relativamente), limpieza vs. suciedad. Y una sensación de inseguridad creciente. Tacna es, posiblemente, la ciudad menos agraciada de Perú (sin ánimo de ofender). Así que corrí al terminal de buses y compré para Arequipa uno que salía en una hora, y que me dejaría en esta ciudad a las 2 de la madrugada. La señora de la taquilla volvió a prevenirme sobre los peligros que me acechaban en las calles de la ciudad, así que me senté al lado de la boletería y me limité a mirar todo y a charlar con la gente.

Catedral de Tacna

Los buses nocturnos en Perú son buenísimos. Son cómodos, baratos, te dan de cenar… Viajé con la compañía que me inspiró más confianza, Hermanos Flores, y la verdad es que cero problemas. Así que "desembarqué" en Arequipa en plena madrugada. Me puse a negociar con los taxistas el precio de la “carrera” hasta el centro, donde tenía un hostal reservado, pero por la hora y por mi cara de extranjera, ninguno bajaba de los 3 USD (precio elevado para tratarse de Perú). Me decanté por el señor que más confianza me inspiraba, y le di la dirección de mi hostal. A esas horas, la ciudad estaba desierta. Ni un alma por las calles. Así que, obviamente, me encontré con mi hostal cerrado a cal y canto (a pesar de que les avisé de que llegaría tarde), sin apenas dinero y con un teléfono que no funciona en el extranjero. El taxista ya se iba, dejándome con mis bártulos en plena calle en plena noche. Empezaba a valorar mis distintas opciones cuando se me acercaron unos hombres y empezaron a decirme sobre el peligro que corren las extranjeras que viajan solas en Perú (por el amor de Dios, ya era la tercera vez que escuchaba el sermoncito en lo que iba de día y empezaba a cansarme). Así que chisté al taxista y le dije que me llevara al primer hotel que estuviera abierto por la zona. Que no eran horas de andar vagando sola.

El hotel resultó algo caro, pero decidí pagar por la seguridad que parecía ofrecer (llamadme loca, pero empezaba a pensar que tanta gente preocupada por mi seguridad personal en el mismo día TENÍA que ser una señal). Caí rendida en la cama sin siquiera sacarme los zapatos.

Por la mañana desperté llena de energía y dispuesta a disfrutar mis dos días en la ciudad de Arequipa. La llaman la ciudad blanca por el color de la piedra usada en sus construcciones (que, dicho sea de paso, recuerdan al estilo español). Y también la ciudad de los tres volcanes, por los tres titanes que parecen vigilar la ciudad día y noche, el Misti, el Chachani y el Pichu Pichu.

Calles de Arequipa

De buena mañana, me dirigí directamente al lugar que más quería visitar, el Monasterio de Santa Catalina. Una ciudad dentro de otra ciudad, un remanso de paz y tranquilidad alejado del caos urbano. Los colores vivos de sus construcciones parecen sacados de otro planeta. Y los rincones para pensar y descansar del bullicio aparecen detrás de cada esquina. Tanto, que me quedé toda la mañana allí, más de cuatro horas, y se me hicieron cortas. Las celdas de las religiosas permanecen en perfecto estado desde el siglo XVI, y es claramente visible la diferencia entre aquellas que eran ocupadas por mujeres de elevado rango social, y aquellas en las que vivían hermanas de escasos recursos. El abismo existente entre unas y otras es increíble.

Monasterio Santa Catalina Arequipa

Una vez salí de este oasis, me fui a conocer la Plaza de Armas, una de las más hermosas de Perú, rebosante de vida por los cuatro costados. Allí, simplemente me senté y me puse a hablar con la gente a mi alrededor, sacando a relucir mi vena periodística. El mezclarme con la gente de la ciudad me permitió conocer otros lugares, lejos del bullicio turístico. Y terminé comiendo por 2 USD en los alrededores del Mercado de San Camilo, un jugoso filete de alpaca, acompañado como no podría ser de otra forma, de una Inka Cola.

mercado San Camilo Arequipa

El mal de altura empezaba a dejarse sentir, así que me fui por un mate de coca en el Pasaje de la Catedral, y después me dirigí a conocer el edificio que da nombre al pasaje. Todas las visitas son con guía, y se les deja propina. Es bastante molesto que te obliguen a concertar una visita guiada, cuando a una le apetece visitar los monumentos sola y a su propio ritmo. Pero vale la pena visitar la Catedral, de una forma u otra, y las vistas desde lo más alto son increíbles.

mate de coca

Después de cenar con un matrimonio francés que conocí en la visita guiada, di un paseo para ver la Plaza de Armas de noche, y me fui temprano a dormir. La verdad es que Arequipa es una ciudad que en un par de días has visto por completo y, como no quería pagar por más museos ni iglesias, solo me quedaba por visitar el Mirador de Yanahuara, a unos 30 minutos caminando del centro de la ciudad. Había una feria gastronómica en la que se podía probar comida típica a precios realmente económicos. Pero la altura me tenía sin mucha hambre, así que me compré un “queso helado”, algo que vale mucho la pena probar en la ciudad. Después fui tranquilamente paseando por el cauce del río Chili, y aproveché para caminar por el barrio de San Lázaro, la feria de artesanías..., para terminar sentándome con un buen libro en la plaza de San Francisco, uno de los lugares con más encanto de la ciudad, hasta la hora de mi bus nocturno a Cusco.

Mirador de Yanahuara Arequipa

La idea inicial era seguir recorriendo el país, tras Cusco y Machu Picchu. Por unas y otras razones, terminé quedándome el resto del viaje en la ciudad de Cusco. Algo de lo que no me arrepiento lo más mínimo. Pero eso… lo dejaremos para el próximo capítulo.

 
 
 

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