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Machu Picchu, un sueño en la cima del mundo

  • Foto del escritor: mariadelacruzg
    mariadelacruzg
  • 23 nov 2014
  • 6 Min. de lectura

Cusco es la puerta de entrada a Machu Picchu, y la principal llamada de atención para las hordas de turistas que visitan esta ciudad cada día. La principal razón de mi viaje a Perú era visitar esta maravilla del mundo. Nada más llegar a Cusco, cotizar en algunas agencias y hablar con turistas, constaté lo que ya sabía. Que es EXTREMADAMENTE CARO subir al Machu Picchu. El problema es que los precios que pagan peruanos y extranjeros son radicalmente diferentes (uno es la mitad del otro). Cosa que no digo que no sea justa. Pero sí dificulta el viaje a mochileros sin mucha plata, como yo. Así que, para los que estéis en mi misma situación, os contaré cómo es la ruta mochilera a Machu Picchu desde Cusco.

Machu Picchu

Los que tengan los recursos, obviamente lo más cómodo es tomar un colectivo hasta el pueblo de Ollantaytambo y, allí, el tren (con Perú Rail o Inca Raíl, las dos compañías que tienen el monopolio en Perú) hasta Aguascalientes. Pero si uno no quiere dejarse 200 dólares como mínimo en un trayecto exageradamente corto, recomiendo hacer la ruta alternativa: Cusco-Santa Teresa-Hidroeléctrica-Aguascalientes. Ojo, no es un trayecto fácil. Ni mucho menos, cómodo. Pero es una auténtica aventura.

Camino de Aguascalientes

Yo hice esta ruta con una agencia. Por el tema de viajar sola, no me daba mucha confianza tomar sin nadie el bus a Santa Teresa, buscarme allí un auto hasta la central hidroeléctrica, y luego caminar sola hasta Aguascalientes. Aunque ahora puedo decir que entre ir con agencia y sin agencia no hay ninguna diferencia. Y es que, en estas agencias saben el tipo de público, joven y sin dinero al que se dirigen, y eso se refleja en el trato que te dan. Pero bueno, por 80 USD conseguí transporte, alojamiento, comidas y la entrada a Machu Picchu (IMPORTANTE, si sois estudiantes, sacaos sí o sí la Tarjeta de Estudiante Internacional, te rebajan el 50% en la carísima entrada al Machu Picchu).

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La aventura partía supuestamente a las 7 A.M. Tuve la mala suerte de quedarme dormida esa mañana, y llegué al punto de encuentro media hora tarde. Horror, no había nadie. Mi teléfono sin funcionar. Me desesperé tanto que me puse a pedir a las personas en la calle que me prestaran su celular para hacer una llamada. La gente, obviamente, me miraba rarísimo y no querían dejármelo. Entonces el señor con más pintas de pervertido del mundo, me lo dejó (“por supuesto, mamita rica”, AGGHHHH), llamé a la señora de la agencia y me dijo que “ahorita llegaba, que no había ninguna prisa”. Así que tuve que esperar media hora más en la puerta, dándole conversación al tío raro que me había dejado su móvil y que terminó invitándome a cenar (invitación que, obviamente, decliné cortésmente).

Por fin, a las 8 de la mañana estaba sentada en una camioneta en la que la ausencia de cinturones de seguridad era lo menos inquietante, con un conductor que no parecía tener más de 15 años, junto a otras 14 personas, en un espacio un tanto claustrofóbico. Lo bueno de hacer este tipo de tours es que conoces gente con tus mismas inquietudes, y a los cinco minutos de estar en la camioneta ya tenía una buena amiga.

La "carretera"

La ruta Cusco-Santa Teresa no es apta para cardíacos y gente que se marea fácilmente. Qué curvas, qué precipicios (sin barrera, obviamente), qué velocidades que llevaba el conductor, bajo la lluvia, entre la niebla. Sobrevivimos de milagro. Llega a aparecer un camión tras una de esas curvas cerradas, y nos la pegamos. Aun así, el camino es impresionante. Y es increíble ver cómo el paisaje va cambiando, hasta que sin darte cuenta, te encuentras en plena selva. Lo “único malo”… el gusto musical del conductor, que dejaba mucho que desear. Sin ánimo de ofender, ¿quién, en su sano juicio, escucha a Wendy Sulca durante 7 horas seguidas?

Sin mayor contratiempo y mascando hojas de coca para la altura (en serio, son el mejor remedio para el soroche), llegamos a eso de las tres de la tarde a la Hidroeléctrica, el punto donde se desentienden de ti y te abandonan a la buena de Dios para que llegues a Aguascalientes. Vale, no es tan trágico como suena, pero el caso es que la central es el último punto accesible en coche. Allí, hay dos opciones: tomar un tren (carísimo para los extranjeros) o caminar hasta Aguascalientes/Machu Picchu Pueblo. Decidí tomar la segunda opción e irme a patita.

Alrededores de la Hidroeléctrica

El camino hasta Aguascalientes es precioso. En plena selva, siguiendo las vías del tren, cruzando puentes colgantes por encima de ríos y lagos, uno siente la conexión con la naturaleza. El lado malo es que la altura y la falta de oxígeno se notan, parece como si cada movimiento costara el doble, y la fatiga no se hace esperar. Unos 15 km separan la Hidroeléctrica de Aguascalientes. Lo normal, dependiendo de la forma física de uno, es hacerlo en 2-4 horas. Tardé, con mi compañera de viaje, 2h30, llegamos al pueblo cuando estaba atardeciendo, aunque sé de gente que llegó cuando ya era noche cerrada.

Caminata por la selva

Aguascalientes es un pueblo encantador, pequeño, pero… sobre explotado turísticamente. Hay más restaurantes y hoteles que habitantes. Nada más llegar, nos dividieron a ojo y nos mandaron a cada uno a un hostal. Total, que me habían prometido una habitación individual y terminé con cinco maromos en un cuartito minúsculo. Por una noche…

Estaba tan cansada que me fui esa misma noche a las aguas termales del pueblo. Están a las afueras, y por unos 2 dólares puedes entrar y disfrutar de un baño relajante en las… aguas calientes de ¡Aguascalientes! (perdón por el chiste malo).

Aguascalientes

Esa noche me fui a dormir más temprano que nunca, agotada por la caminata y el viaje, y ante la perspectiva de levantarme a las 4 AM el día siguiente, para poder llegar a la Ciudadela a las 6, cuando abren las puertas. Para subir a Machu Picchu desde el pueblo, hay dos opciones: subir caminando –unos 3000 escalones, precio=0- o en autobús –cómodamente, precio=10 dólares por un trayecto de 20 minutos-. El día anterior, raro en mí, me caí por el camino, así que mi rodilla no estaba en muy buenas condiciones. Por eso decidí pagar por el bus, pero solo para la subida.

Las ruinas entre brumas

Llegamos a la entrada de Machu Picchu al amanecer. A las 6 AM abrieron las puertas. Supuestamente, en el precio de la agencia se incluía un guía. El mío JAMÁS apareció, aunque no es nada difícil acoplarse a cualquier grupo y disfrutar de la explicación de su guía. Así que eso hice. De las 6 a las 8 tuvimos la visita guiada. Y está bien pensado que sea a esa hora, porque las ruinas están envueltas en brumas y no se ve prácticamente nada del paisaje. A las 9 empezó a despejarse todo, salió el sol, y pudimos disfrutar de las increíbles vistas desde Machu Picchu.

Increíbles vistas

¿Qué decir sobre este lugar? Obviamente, me queda mucho mundo por recorrer. Pero ya he visto cosas realmente increíbles, a estas alturas de la vida. Puedo decir que Machu Picchu (quizás junto con la Isla de Pascua) es el lugar más impresionante en el que he estado. Hay unas energías en este lugar que… simplemente hay que vivirlas en la propia piel. Subir hasta el punto más alto, la “cabaña del guardián” y sentarse mirando al horizonte es una experiencia totalmente irreal. Yo no paraba de pellizcarme y de pensar “¿es esto un sueño?”. Quizás no, pero sí estaba cumpliendo uno. Sin duda, Machu Picchu es un lugar que hay que ver antes de morir.

Machu Picchu: un sueño cumplido

Ya que había subido en bus, decidí bajar caminando los 3000 escalones. “Total, la bajada seguro que no es nada”, pensaba yo, ilusa. Al llegar abajo, mis piernas eran de mantequilla y caminaba al estilo de la Policía Montada del Canadá. Lo peor era los 15 km hasta la Hidroeléctrica que quedaban por delante. La buena compañía que llevaba conmigo me hizo llevadera esa distancia (si no, me hubiera tumbado junto a las vías y me hubiera negado a caminar). Así que llegamos a la central, y una camioneta nos llevó de vuelta a Cusco.

Amigos en Machu Picchu

Llegué completamente chamuscada por el sol (ni el factor 50 logró evitarme las quemaduras), con la rodilla destrozada y con un aspecto nada aseado. Pero feliz, y con una imagen que tardaré mucho, mucho tiempo, en borrar de mi memoria. Machu Picchu, el lugar más increíble de la Tierra.

 
 
 

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