Roma, non basta una vita
- mariadelacruzg
- 12 may 2015
- 5 Min. de lectura
Ya lo dice el viejo dicho. Ni una vida bastaría para recorrer esta maravillosa ciudad de casi tres millones de habitantes. No tanto por su tamaño, como por lo muchísimo que tiene que ofrecer: cientos de iglesias, ruinas, museos, barrios con encanto, “ristorantes” para repetir la carta una y otra vez…

Roma es una ciudad para visitar, para perderse y para enamorarse de la belleza. Yo lo hice hace tres años. Así que me decidí a abrir mi “baúl de los recuerdos” y rescatar mi vieja guía de viajes de Italia… Playlist de clásicos italianos de fondo, tickets de museos, billetes de avión (sí, mi Diógenes particular me lleva a guardar cada folleto)… Dispuesta a revivir aquel verano en la bellissima cittá. Por aquel entonces mi cámara era un poco rudimentaria. Así que en este artículo, combino las fotos que tomé yo, con otras sacadas de diversas fuentes (básicamente, Wikipedia).

Supongamos que es verano. Un mar de turistas nos rodea mientras esperamos a recoger las maletas en el aeropuerto de Roma Ciampino. El calor nos golpea como una bofetada nada más atravesar las puertas de cristal. El suelo arde, y nos lleva a preguntarnos: “¿Dónde me he metido?”. Tomamos el bus de la compañía Terravisión, que en colaboración con las compañías de vuelo de bajo coste (bendito Ryanair), ofrece transporte desde el aeropuerto hasta la estación Termini por 4 euros.

Entrando a Roma, constatamos eso que dice todo el mundo de que los italianos en general, y los romanos en particular, conducen como locos. Si queréis cruzar la calle, no servirán de mucho los semáforos, ni los pasos de cebra. Armaos de valor… Dai!

Los tópicos sobre Italia… como en todo, unos ciertos y otros, no tanto. Lo que sí os prometo es que comeréis como nunca. Los amantes de la pizza, la pasta y los gelatos, estáis de enhorabuena. Italia será vuestro paraíso. Pero la oferta gastronómica italiana va mucho más allá, es mucho más variada. Tras mi viaje, hubiera podido regresar rodando a España, tras una sobredosis de hidratos de carbono que volvería a repetir sin duda alguna. Para comer, os recomiendo que os alejéis de los núcleos turísticos y, si podéis, os perdáis por las callejuelas del Trastevere.

A ver: Vamos a visitar los imprescindibles de la ciudad. El Coliseo romano impone mucho más por fuera que por dentro, donde el deterioro por el paso del tiempo es inevitable. Pero con un poco de imaginación, uno puede imaginar las gradas llenas de gente gritando, y la tensión emanando de cada poro de dos gladiadores, sobre la arena.

Otro must de todo turista que se precie está en la iglesia de Santa María in Cosmedin. Allí se encuentra la célebre Bocca de la Veritá (la Boca de la Verdad), donde Audrey Hepburn metió la mano, con más miedo que curiosidad, en Vacanze romane. Se dice que, a todo aquel que meta la mano en la boca del león y formule cualquier frase, si lo que dice es falso, las fauces se cerrarán, y el león se tragará la mano del mentiroso. Lo más curioso de la famosa Bocca de la Veritá es que, según se dice, es una antigua tapa de alcantarilla de la ciudad. Y, lo que son las cosas, ahora reúne a miles de turistas que hacen fila cada día para ver si el león les muerde.

No podemos dejar de visitar el Monumento de Vittorio Emmanuele, a escasa distancia del Coliseo. Es una de las construcciones más impresionantes de la ciudad, ubicada en una especie de isla rodeada por un tráfico continuo y agobiante.

Y, por supuesto, nos dirigimos también a la famosísima Fontana di Trevi, una de las fuentes más famosas del mundo. Resulta casi imposible hacer una foto sin que aparezca algún turista por medio. Si arrojamos una moneda a la fuente, volveremos a Roma. Si tiramos dos, nos enamoraremos en Roma. Y si arrojamos tres, la cosa ya es más drástica, porque se asegura que habrá un matrimonio o un divorcio. También podemos optar por bañarnos en la fuente, aunque no tendremos tanta suerte como los protagonistas de La Dolce Vita, y seremos duramente amonestados por algún Carabinieri.

Es una delicia disfrutar de un gelato en la Piazza Navona. San Juan Pablo II era forofo del marrón glacé de la famosa heladería Giolitti, no muy lejos de la plaza. Razón de más para que los precios se hayan desorbitado, pero vale la pena probar uno de sus muchísimos sabores. Por cierto, la Navona es una de las más bellas plazas de la ciudad.

Otra de las piazzas más impresionantes es la del Popolo. Desde el mirador de Villa Borghese, se obtiene una magnífica vista. Además, es una delicia poder pasear por este inmenso jardín construido al más puro estilo italiano.

Y certamente, si hablamos de plazas, no podemos dejar de visitar la Piazza de Spagna, y tomarnos una foto en la monumental escalinata de 135 escalones, que data del siglo XVIII; así como contemplar la bella Fontana della Barcaccia.

Cada paso que damos, nos encontramos con unas ruinas diferentes. Y es que Roma es el lugar indicado para una inyección de pura historia en vena. Podemos ir al Foro romano, el Palatino, los Foros Imperiales, el Circo Máximo, el Mausoleo de Augusto, el magnífico Ara Pacis. En todos estos lugares, existe una cierta aura de misterio. ¿Os imagináis la cantidad de pies que han pisado este suelo? ¿Todo el dolor, el amor, la belleza que han contemplado sus vetustos muros?

Sigue haciendo un calor agobiante, pero no necesitamos gastar ni un céntimo en botellas, pues el agua de Roma es deliciosa y refrescante. En cualquiera de las fuentes públicas de la ciudad podemos refrescarnos con el agua procedente del Tíber. Es todo un placer.

De la época de mayor auge de la religión Católica, tenemos joyas de la Cristiandad que son dignas de visitar. Es impresionante la iglesia de San Pablo Extramuros, aunque esté bastante alejada del centro. Asimismo, vale la pena visitar la de San Giovanni in Laterano, la Basílica de Santa María la Mayor, y la Iglesia del Gesú.

Pero el MUST con mayúsculas, aquello que todo viajero que pise Roma debe visitar sí o sí es el Vaticano, uno de los Estados más pequeños del mundo, con apenas 800 habitantes. La mayor joya la encontramos en la magnífica Plaza de San Pedro, cuya visión deja sin palabras al visitante.

La Basílica de San Pedro exige pasar varias horas recorriéndola. Es la iglesia más grande de la Cristiandad, guardiana de la tumba del apóstol San Pedro, la escultura de la Piedad de Miguel Ángel y la bóveda baldaquina de Bernini. Y desde lo alto de la cúpula, la vista sobre la Plaza de San Pedro es impresionante.

Asimismo, hay que armarse de paciencia en la fila para entrar a los Museos Vaticanos, pero os juro que valdrá la pena, con tal de evadirse por un momento de los cientos de turistas que nos rodearán en la Capilla Sixtina, para contemplar la “Creación de Adán” de Miguel Ángel.

Saliendo de la Ciudad del Vaticano, pasamos por el Castillo de Sant’Angelo, fortaleza a orillas del Tíber, que cruza aquí el precioso puente que recibe el mismo nombre que el castillo.

Ya atardece sobre los tejados de Roma. No puedo imaginar mejor lugar para terminar nuestras vacanze romane que en el maravilloso y bohemio barrio del Trastévere. Paseamos entre sus estrechas strade, callejuelas adoquinadas en las que encontramos las típicas casas populares romanas. La noche cae sobre la Iglesia de Santa María del Trastévere. Las calles se llenan de gente, y respiramos por última vez la intensidad del alma de Roma, esa ciudad que jamás a dejado a nadie indiferente.

Nos despedimos, por ahora, de la “Ciudad Eterna”. No tardaremos en regresar, pues ya sabéis lo que se suele decir… “Todos los caminos conducen a Roma”.
Comments