Razones para visitar Copenhague
- mariadelacruzg
- 5 nov 2015
- 6 Min. de lectura
La semana pasada viajé a Dinamarca por unos días, y debo confesar que me sorprendió lo que vi. Era un poco escéptica al respecto, y me esperaba un país gris y aburrido, de arquitectura monótona y sin vida nocturna. Y me encontré... algo totalmente opuesto.

Un estudio de la World Database of Happiness declaraba a Dinamarca (junto al asiático Bhután), el país más feliz del mundo. Nada más aterrizar en el aeropuerto de Copenhague me encontré con un cartel de la autóctona cervecera Carlsberg que decía: "Welcome to the world's happiest nation". Estos daneses saben de marketing, sí señor. Tenía cinco días para descubrir la esencia de la capital de Dinamarca, y a tal ardua tarea me dediqué en cuerpo y alma (vale, quizás exagere un poco).

Un paseo por el colorido Nyhavn
No quiero sonar a cliché turístico, pero lo cierto es que amé Nyhavn y sus alrededores. Significa, literalmente, "nuevo puerto", y de nuevo no tiene nada, puesto que sus edificios datan del siglo XVII. Hoy es la postal más típica de Copenhague, pero no siempre fue así, ya que hubo un tiempo en que la zona estaba llena de prostíbulos y tabernas para marineros. Si hace sol, puedes comprar un perrito caliente (la comida nacional por excelencia) y sentarte en el muelle mientras disfrutas las vistas. Se organizan viajes en ferry de 60 minutos por los canales de Copenhague, y son relativamente baratos (40 coronas danesas, que viene a ser unos 5 euros).

Ruta por los palacios de Copenhague
Copenhague es una ciudad llena de historia (esa historia que se echa de menos en ciudades como Oslo). Hay bastantes palacios reales, de los que aconsejo visitar dos: Rosenborg y Amalienborg.
El Palacio de Amalienborg es la residencia oficial de la Familia Real de Dinamarca. Compuesto por 4 palacios en una plaza, la arquitectura es bastante impresionante. Si tienes suerte, verás a algún príncipe o princesa entrando y saliendo; yo vi a una chica muy mona que venía de hacer jogging. A lo mejor era de sangre azul, pero no estoy nada puesta en prensa rosa danesa. Los miembros de la Guardia Real son muy fotogénicos pero, eso sí, no esperes que sonrían.

Todos los días a las 11.30 de la mañana, tiene lugar el cambio de guardia. La Guardia Real marcha por la ciudad desde el Castillo de Rosenborg hasta el de Amalienborg, hasta ocupar su puesto en la puerta de la Reina Magrethe. Si llegáis a Amalienborg a eso del mediodía, podréis ver este espectáctulo, acompañado con música cuando la Reina está en el palacio.
El Castillo de Rosenborg es, en mi opinión, más bonito. Está rodeado por un maravilloso jardín (Kongens Have o el Jardín del Rey), que hay que ver sea cual sea la época de año. En otoño estaba precioso con todos esos colores. En el interior de Rosenborg podréis ver las Joyas de la Corona Danesa.

Las incontables iglesias de la ciudad
No sé cuántas vi por fuera. Copenhague está lleno de iglesias. Vor Frelsers Kirke o la iglesia de Nuestro Salvador es una torre barroca de 90 metros de altura situada en el barrio de Christianshavns. Si no tienes miedo a las alturas, podrás subir hasta la cúspide -por una escalera exterior, eso sí- y disfrutar de una espectacular vista. Eso dicen, porque yo no me atreví.
La Catedral de Copenhague o Iglesia de Nuestra Señora, es donde se casaron el Príncipe Federico y la Princesa María de Dinamarca. Por dentro vale la pena visitarla (y es 100% gratis).

Muy cerca del Palacio de Amalienborg está la impresionante Marmokirken (o Iglesia de Mármol), que es la más grande iglesia abovedada de toda escandinavia. La cúpula se ve desde muy lejos, es una pasada. Y la visita también es gratuita.

Un paseo en bicicleta por el centro
Copenhague es la ciudad con más bicis que he visto (incluso más que Ámserdam, y eso ya es decir). El Ayuntamiento pone a disposición de ciudadanos y turistas nada más y nada menos que 2000 bicis repartidas por todo Copenhague para alquilar. El centro es tan pequeño que se puede recorrer perfectamente en una mañana. Puedes empezar por la Estación Central de Ferrocarril (si entras, podrás ver la bonita decoración y las vigas de madera del vestíbulo central), y luego dirigirte a Rådhuspladsen, o la plaza del Ayuntamiento, centro neurálgico de la ciudad. Este se puede visitar por dentro, e incluso subir hasta la torre para ver las vistas.

Desde allí parte la famosa Strøget, la gran calle peatonal de Copenhague donde se concentra la mayoría de tiendas de la ciudad. Entre ellas, la tienda de LEGO, la famosa marca danesa que seguro que todos conocéis (por cierto, LEGO significa "play well" o "juega bien"). Eso sí, esta calle no es apta para aquellos a los que no les gustan precisamente las multitudes. Pequeñas calles parten en paralelo de Strøget, y son un lugar muy agradable para recorrer y descubrir acogedores cafés en los que sentarse a tomar algo.

Højbro Plads, es una de las plazas más bonitas de la ciudad, desde la que se ven el Parlamento y el edificio de la Bolsa. No muy lejos está la Rundetårn o Torre Redonda, desde cuya cima hay una maravillosa vista de la ciudad. Lo curioso de esta torre es que no hay escaleras hasta la cúspide, sino una rampa: El rey Cristián IV la construyó como observatorio astronómico y pensó que sería más fácil subir así.
También pasarás por el famoso Hotel d'Angleterre (en el que prometo que algún día me alojaré) y el Magasin du Nord (que viene a ser lo mismo que el Corte Inglés en España).

Tivoli, el Disneyland danés
Con 100 años de antigüedad, es uno de los parques de atracciones más antiguos del mundo. Con la entrada, que cuesta 100 coronas, se puede disfrutar de preciosos jardines, restaurantes, tiendas, atracciones y, en verano, conciertos al aire libre. Solo abren de primavera a fines de otoño, y durante época navideña. Ahí debe ser una maravilla. Yo fui en Halloween, y estaba todo decorado con luces, calabazas... En las tiendas ya se podían comprar cosas de navidad, además de caramelos, ropa de lana... Si hubiera una palabra para definirlo sería la noruega koselig, de la que os hablaré en un artículo sobre los "palabros" que se gastan los noruegos.

El país libre de Christiania
Dentro de Copenhague hay otro país, sí. Se trata de un sector hippie que vive al margen de las leyes europeas. De hecho, un cartel en la entrada indica que estás saliendo de la U.E. Hay tres normas en el interior. No correr (puede causar pánico, eso dicen), no hacer fotos (una pena, porque es un sitio muy pintoresco) y pasarlo bien. Me pareció como un mundo surreal fuera de la vida real. Originalmente, era un campamento militar abandonadpo que fue ocupado por grupos de hippies en los años 70. Así surgió este movimiento alternativo que ha sufrido algunos cambios (ya no se pueden comprar drogas duras ni acampar). Se calcula que unas 1000 personas viven en sus coloridos edificios, y como en toda ciudad se puede comprar de todo: desde ropa hasta comida y, por supuesto, marihuana. A veces se organizan conciertos, vale la pena revisar antes de ir.

Comida, comida, comida
En Copenhague se come bastante bien. Aparte de los perritos calientes (vale, eso suena a broma), el otro plato nacional por excelencia es el Smørrebrød, que consiste en una rebanada de pan negro con mantequilla y diversos ingredientes: pescado, queso, salchichas, carnes, salsas... Yo me di el lujo de comer en el restaurante Schønnemann, que data de 1877. Un poco caro, pero vale la pena, y está a un paso del palacio de Rosenborg.

Un must es la Copenhaguen Street Food, en la isla de Papiroen o "isla de papel" (se puede tomar un bus-ferry desde Nyhavn para llegar). Allí podréis encontrar comida de los cinco continentes o, al menos, oler exóticos aromas de todo el mundo.

Si sois amantes de la cerveza, encontraréis varios bares y pubs en los que sirven cerveza artesanal. Aunque no podéis iros de Copenhague sin haber probado la célebre Carlsberg.
Lugares con alma propia
Copenhague está lleno de lugares que vale la pena descubrir por uno mismo, más allá del centro. Christianshavn es uno de mis barrios preferidos de la ciudad, junto a uno de los canales más importantes. Es un lugar tranquilo y colorido, con botes casa a las orillas, cafés y mil lugares para descubrir. Vale la pena perderse, sin prisa. Si se cuenta con tiempo, hay que salir del centro y ver lo que hay más allá, lo que solo conocen los habitantes de la ciudad.

Un paraíso natural
Si os gustan los parques y jardines, Copenhague no os decepcionará, puesto que cuenta con un sinfín de lugares verdes. Empezando por Kongens Have, los jardines de Rosenborg de los que os hablaba, y pasando por el vecino Jardín Botánico, tampoco hay que perderse la visita a Kastellet, la antigua fortaleza de la ciudad en cuyo interior hay un parque precioso, un castillo, un molino... Es, en mi opinión, uno de los lugares con más encanto de la ciudad.

Esas son las razones que os doy para visitar Copenhague. Hay muchísimas más, pero espero haberos convencido para que visitéis esta encantadora capital escandinava. Quizás habréis notado que ni siquiera mencioné la principal atracción turística de la ciudad: la Sirenita. Es la estatua más diminuta que os podáis imaginar. Tanto me decepcionó y tan atestada de turistas estaba, que me negué a hacerme la típica foto. Quizás cuando vuelva. ¿Quién se viene conmigo a Copenhague?

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